miércoles, 5 de enero de 2011

LIENZOS DE ALTAMAR. (1988)




GREGORIO OJER

Vita es viventibus esse






Sí, andaba en altamar
Apartando su mirada
De la espuma hechizada
En montañas invisibles
Jugaba con el horizonte
Alrededor de un
Atardecer en combate













Por un extremo de sus
Nervios
Supera un arrecife
Sus dudas ampliamente
Desconocidas
Tal vez se exporten a
Otros archipiélagos
Donde las palabras
Zozobran por su velamen
Y por falta de caníbales.





Este desierto languidece
Nuestras bocas








La brisa de la noche
Esculpida en sus manos:
La brújula se perdió
En sus desvelos:
Tras la cautividad
Se oculta el lamento
Del que no sabe acertar
En su memoria











Entre sus pulmones
Anémicos
El mar
Un espejo roto:
El barco a la deriva
Con sus viejos ropajes
Tendidos entre los cantos
De las sirenas.















Luces de lujuria
Disimulan
Apenas la sombra
De una gaviota
Traspasando los susurros
Renovados
En la ansiedad de
¡Tierra!
Quizá Mar o Nada









La cara acartonada
El deshielo del sol
Porque la lluvia ignota
Multiplicó los éxtasis
De la espera













Rugoso viaje laberíntico
De restaurar la sangre
En los ojos de esta mar
El tiempo del hielo
y la escarcha
De los atardeceres
Enredados
A estos silencios















Tiempo ejecutado
En las crestas
De estos adornos marítimos...
Los meridianos salpican
Con espejismos
Los desiertos de nuestros gritos















Soñamos
Con el otro lado del espejo
Sobre las olas febriles
Que traicionamos
Con nuestros pasos...
Y este cascote vacío
De crepúsculos y noches
Iluminadas


















La noche abraza confesiones
Mientras con el fuego
De la cubierta
Hacemos añicos nuestros sueños
Y esperamos el botín
Del tiempo retenido
En las olas































Con la salitre
De esperanzas
Inesperadamente
Trazamos la ruta
De nuestra dudas
A veces incluso acariciamos
El deslumbrante artificio
De la vida






















Y regresa a la perversión
De los pensamientos
Tuvo el amor entre los dedos
Y devino ola
Puso las estrellas entre sus labios
Y las susurro en cementerios marinos
Raptó a la luna su sombra
Y dibujó su nombre sobre la arena...
Y navegó hasta la indecisión del mar





























Siguen los paisajes
En el equívoco de la extensión
De los ojos
Lejos, la embriaguez de los recuerdos
Tensa al viento
E inflama con vehemencia
El velamen de la dicha y las promesas































Anoche
El mar sollozaba
Y cubría con su velo
La travesía de su rostro
Y sin embargo en aquella inmensidad
Desembarcó el tiempo
Permaneciendo secretamente guardado
En la perplejidad de su sed



























Habló por ese otro arremolinado
En los paisajes de la muerte
Cuando las estrellas convertidas en signos
Indicaban lo indescifrable del destino
Supo que le intrigaba el silencio
Y enmudeció
Incluso entrevió el rostro amable del viaje




























Jirones de cielo
Amarrados a un latido
Ejecutan el braceo del mar
En el hueco del agua
Repitiendo el chasquido
De las estrellas y sus huesos































La mirada que trocea el tiempo
Se sumerge en la espuma
La quilla rompe el trasiego
Del agua en su memoria
Levanta la escafandra
Y descifra el poniente de su rostro
Alargando la estela de la sombra
De la mar en su boca


























Cuando el sol arriba
En la ultima silaba del silencio
Un crepúsculo interminable
Morderá el aliento del náufrago
















La brújula sujeta el horizonte
En la línea del espejo
Calidoscopio de ensayos y errores
Emergiendo de la piel tendida
En la argucia
Otro rastro del tiempo sobre
El espacio infinito
De la mar abierta
Otro vaivén suicida
En la dialéctica del remordimiento
Son las migraciones en el cuerpo
Del delito
El porvenir hecho eco
Y las ruinas del ocaso.









































La muerte cóncava
La arquitectura muda de la arena
El desierto que padecen los mares
Las selvas que trasiegan las mareas
El rumor de las palabra
Conjurando horizontes
Revelando espejismos
Declinando tempestades



































Los universos anclados
En el trazo que dibuja
La salitre con la espuma
La desolación en la cubierta
Y la asolada huella





























Permanece impasible
Ante el testimonio del viaje
Y recuerda el inicio
Del balbuceo de la mar
En sus ojos












































Descubre el laberinto
En el anverso del mar
En el reverso del cielo
Retomando el Instante
Como agua surcada
Por la arena del olvido







































La raíz de la rosa
Restituyendo el azul
En el borde del temblor
Es el ocaso sin aurora
Cuando el salto desborda
A la mar
Y la existencia se arroja
Al fondo de las olas












































Miedo en el rostro borrado
Por la vida
Miedo en el rostro borrado
Por la muerte
Rapto el tiempo solar
Y lo conjugo con la sed de tus labios
Rapto el tiempo lunar
Y lo conjuro con la red de tus manos








































Flota el anuncio de la muerte
En mar locuaz
Dirigiendo el naufragio
Hacia aguas que arrecien
Su desolación















































El color deshabitando el espacio
Retirándose al territorio
Del inquilino
Desaparece tu nombre
En la clausura del mar
Y el destierro de tu voz.




































Inmenso el océano
Se interna en el misterio
De los límites
En la resistencia
De los confines
A partir de las preguntas
La mar se espesa cómplice
En el extremo del silencio
No hay naufragios transitando
Tal vez una cierta melancolía
Homicida











































El pasaje perdura
En la dimensión del hombre
Retorna el tiempo de la memoria
Insatisfecho inquieto
Ni el instante es indulgente
Por no alcanzar la habitabilidad
Ni la resistencia a la carencia
De la belleza
Surge del asomo
Al crimen de la pregunta

































TRES APRECIACIONES DE UN MISMO HECHO.




No hay Itacas ni Alejandrías
La historia se diluye en el viaje
Y el viaje se diluye en el paisaje
El naufragio es un habito









El naufragio como un hiato?
Como salto?
O como pirueta marítima?






Fue Ítaca la que se perdió
En su viaje a Ulises
Son los lugares quienes
Naufragan
Nosotros los hombres
Aguardamos a lo interminable


























Esta barcaza rayando el mar
Embiste al destino
Cosiendo su biografía
Con retales y alambres
De otros mares











































Tira mi cuerpo y estira
Los pliegues de mi imposibilidad
Extremadamente lacónica
Hinca su movimiento
En cada uno de mis confines

















































El murmullo uniformado de gentío
El color de las primeras pinturas
El abandono tenaz de los cuerpos
Grieta sobre grieta gimiendo
El golpe intermitente
Intento alcanzar la otra orilla
Y sé que no existen orillas
Me agarro a tu trozo de piel
Todavía no cuarteado
Por la calor de mis manos
Aquí desnudo y vaciado
Desfigurando la vida
Entre estos cortinajes marítimos


































La soledad el ámbito
Que nos sobrepasa cercenando
Nuestro horizontes corporales
No hay viento
Que nos haga regresar
A nuestra vejez.

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